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@amatiasq
Last active February 24, 2021 09:25
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Leyur
CRASH! Pude escucharlo perfectamente. CRASH! Hizo mi corazón cuando Cintia lo tiro a través del bosque.
- Cómo...? - pregunte con el alma en un hilo, al borde del llanto.
- Ya no te soporto mas, oíste bien, eres una puta, vete de aquí, no te quiero cerca mio.
- pero Cin...
Un movimiento veloz y... dos centímetros, eso fue la distancia que separaba la daga de Cintia de mi nariz.
- Ya me has oido, fuera de aquí o te abro en canal.
Las rodillas me temblaban, no habría podido correr aunque quisiera. No tardé en derrumbarme, caí sobre mis piernas inconsciente, deseando estar muerta, envidiando a quienes me envidiaban...
Llegué a un pequeño poblado llamado Laike, lo leí en un cartel maltratado por los años. Adentrándome me crucé con un grupo de niñas y niños de mi edad jugando, sentí melancolía por aquello que jamás había tenido y sentí rabia por la maldición que llevaba de nacimiento. Pasé a su lado intentando no mirarles y llegué a una posada, tal vez con un poco de suerte esa noche podría dormir sobre algo blando.
Vi un cartel en la pared con el nombre: "La cueva del lobo", me adentré y le pregunté al dueño:
- Que necesito para dormir aqui?
- En mi albergue solo cuenta el oro hija
Resignada saque las monedas que tenía y las conté. Las necesitaría si quería respuestas.
- Con eso tienes para una noche en una habitación y cena, pequeña - comentó el dueño que me había estado observando.
- Lo siento, no puedo permitírmelo - di media vuelta y salí sin rumbo.
No sabía lo que debía hacer, que se supone que haces cuando quien lleva años protegiéndote te miente vilmente. Decidí buscarla, al menos podría gritarle todo lo que quería decirle. Pero por dónde empezar? estaba muy lejos de su tienda, y fuera de ahí era siempre era ella la que me encontraba, debería preguntar a la gente por una adivina? no, seguramente me recomendarían a algún engañabobos, eso no serviría. Tal vez..
Vaya! una leyur!
- Perdón? - dije girándome bruscamente - se dirige a mí?
- Claro que sí, ves otra leyur por aquí? - era una mujer muy mayor se notaba que no se dejaba vencer por la edad, aunque estaba llena de canas y arrugas se movía con la energía de un adolescente.
- Cómo lo...? eres Menair? - le dije mirándola con los ojos entrecerrados
- Casi, digamos que estudiamos la misma asignatura. No es muy difícil saber que eres una leyur, mira como te siguen.
Me giré y habían varias personas mirándome fijamente, hice lo posible por ignorarles
También puede verlos?
- Si, pero no tengo tu don
- Así que conoces a Menair?
- Vaya adivina si no supiera de quién me hablas! - dijo sonriendo ampliamente.
- Quiero hablar con ella, me debe varias explicaciones - dije con rudeza
- Tranquila jovencita, sabes todo lo que debes saber, tal vez aún no consigues interpretar bien lo que te dijo
- ME MINTIÓ! - dije perdiendo el control
Me miró de forma perspicaz y empecé a temer haber desperdiciado mi última oportunidad de obtener respuestas
- Puedo darte respuestas, pero sabes que eso conlleva un pago.
- Aún me queda algo de oro por aquí... - dije rebuscando
- No seas tonta, acaso esas monedas son importantes para ti?
- Bueno, las he estado guardando para pagarte... - pregunté tímidamente
- Lo que quieres saber es muy importante para ti, luego el pago que hagas debe ser algo importante para ti.
- Lo único que me importa ahora mismo es Cintia
- Pero llevas contigo cosas que te importan, no?
- No! eso no! - Mi mano se dirigió instintivamente mi pecho.
- Entonces no podré contestarte, para obtener algo debes dar algo del mismo valor, no puedo romper las reglas.
La miré adolorida, ella sabía lo que yo quería saber, pero entendía que no podía dármelo así como así. Metí mi mano bajo mi ropa y saqué de al rededor de mi cuello un cordón que llevaba a modo de collar y se lo entregué.
- Está bien, quiero respuestas
- Formula las preguntas
- Me dijo que si le confesaba lo que sentía por ella todo iría bien
- Te dijo que hacerlo sería lo mejor. Y es lo mejor para ti
- Eso es todo? utilizan palabras abstractas para manipular a la gente a su antojo? - dije llena de ira
- Lo que dijo es verdad, era lo mejor y jamás lo habrías hecho si hubieses sabido lo que pasaría
- Que se supone que debo hacer ahora? - mi garganta contenía todos los gritos de rabia
- Seguir, hay más vida después de ella
- Pues no consigo verla
- Está detrás tuyo
Me giré y entre todas las personas que me miraban a algunos metros de distancia vi una chica de mi edad, resaltaba por algo que no conseguía identificar.
- Ella está...?
- Si, está viva
- Y porqué me mira?
- Porqué no se lo preguntas a ella?
- Podré volver a verte?
- Cuando sea necesario me encontrarás
- Y cuándo será necesario?
- Me temo que tu pago está cubierto, no puedo darte más respuestas
- En fin, gracias, mejor voy a hablar con ella antes de que el la neblina que desprende esos otros la deprima
- No los trates así, te siguen porque eres la única que puede ayudarles
- Cintia también podría
- Ya no
- Como?
- Mejor habla con ella antes de que se vaya - dijo retomando su camino
- Más vale que aparezcas si te necesito
- Si realmente me necesitas así será - dijo, y desapareció de mi vista al doblar una esquina.
Me giré otra vez y allí seguía, parecía muy desgraciada y me miraba con ojos tristes. Caminé hacia ella y cuando tomaba aire para decir la pregunta que aún no había pensado dio un salto y me abrazó llorando.
- Ayúdame!
- Qué? A qué? - no sabía cómo reaccionar, estaba perpleja
- A encontrar a mis padres
- Estás perdida?
- No... tuvieron un accidente, hace tres días
Entonces lo entendí, ella no era muy distinta a las almas perdidas que nos rodeaban en ese momento y me seguían a donde quiera que fuera. Le devolví el abrazo, la pobre chica estaba desesperada.
Pero yo no puedo encontrar a tus padres, son ellos los que suelen buscarme a mi
- Entonces me quedaré contigo hasta que lo hagan, no tengo ningún lugar donde ir
- No puede ser, a partir de ahora viajo sola - sería muy duro para ella estar escuchando las historias que me rodean constantemente
- Por favor...
- Lo siento
La solté y me alejé un par de pasos, ella se quedó mirando al suelo con lágrimas cayendo por sus mejillas. Si me quedaba ahí viéndola acabaría cediendo, tenía que irme de allí, doblé el callejón por el que se había ido la adivina intentando salir del pueblo, ya había oscurecido y los pueblos a esa hora eran peligrosos. Cuando iba por la mitad del callejón empecé a cambiar de idea, era demasiado largo y no parecía conducir a los límites del pueblo sino a una zona más peligrosa. Me quedé paralizada cuando noté alguien siguiéndome y de pronto una mano enorme tapó mi boca.
- Vaya, vaya, carne fresca. Hace mucho que no pruebo un caramelito como tu
Su voz me congeló la sangre, de un movimiento brusco me empujó contra la pared del callejón y mi cabeza golpeó fuerte contra el adobe. Estaba algo mareada mientras el hombre tomó mis dos muñecas con una mano y las puso sobre mi cabeza mientras seguía tapando mi boca con la otra, parecía que no me iba a poder salvar de esa.
- IAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!
Desgarró el cielo un grito que hizo retroceder a mi captor, aunque estaba mareada conseguí centrarme en patear su punto débil que por suerte tenía muy accesible y cayó doblegado. Me incorporé y empecé a correr por donde había venido y me encontré con la fuente del grito, la chica que me había pedido ayuda. Debió seguirme y acababa de salvarme. La tomé de la mano y corrimos juntas hasta salir del callejón, podía escuchar los pesados pasos de ese energúmeno que nos seguía, doblé a la derecha al salir del callejón y a pocos metros estaba "La cueva del lobo", sin dudarlo empujé la puerta sin soltar la mano de mi compañera y entramos a toda velocidad.
El dueño nos miró perplejo y preguntó.
- Puedo ayudaros en algo chiquillas?
- Deme la habitación pequeña por favor, para mi y mi amiga - dije entregándole la bolsa con todo el oro que tenía
- Llegan justo a tiempo, en una hora cierra la taberna, con esto les darán la cena, es la puerta de la derecha, hacia la izquierda están las habitaciones, tomen la 6 - me tendió un par de herraduras con el grabado "cena"
- Gracias
Tomé las herraduras y no solté a mi compañera hasta que cruzamos la puerta de la derecha, entrando a la taberna. Me alegré de ver que estaba llena de gente, allí estaríamos a salvo. Buscamos una sitio libre y nos sentamos cenar.
- Gracias - le dije mirándola fijamente
- Cualquiera hubiera hecho lo mismo - parecía muy tímida
- Me has salvado, estoy en deuda contigo. No puedo negarte que vengas conmigo.
- En serio? - podía ver cómo sus ojos se llenaban de esperanza
- Pero al menos dime tu nombre
- Ahh si! Sandra, me llamo Sandra.
El camarero llegó a preguntarnos que queríamos para cenar y ambas elegimos carne, el ambiente se había relajado bastante comparado con la carrera que acabábamos de tener. Mi compañera parecía contener sus emociones por temor a que cambiara de idea sobre continuar juntas, decidí romper el hielo.
- Explícame una cosa: cómo sabías que yo puedo contactar con tus padres?
- La anciana, ella me encontró llorando y me preguntó qué me pasaba. Me dijo que esperara, que la próxima persona con quien ella hablara podría ayudarme.
- Hm... y no te pidió nada? No tomo nada de ti?
- No, debí darle algo? No me di cuenta - pobre inocente, no sabía en qué se había metido.
- Conozco una mujer como ella, no son crueles ni desean el mal a nadie, pero existen por y para las leyes naturales, según ellas todo requiere un pago equivalente. Y si te ha ayudado y no te ha pedido nada a cambio no tardará en hacerlo.
- No tardará? Y si aparece ahora que acabamos de gastar todo el oro?... bueno, tu oro - comentó avergonzada.
- El dinero no es la única moneda, cuanto menos tienes más importante es. Ahora mismo nos quedan pocas cosas que preferiría no darle, nuestras ropas, nuestra juventud, nuestros recuerdos, la una a la otra... solo ella sabe que te pedirá. No son baratos los servicios de quien todo sabe y todo puede.
Noté que se estaba poniendo demasiado nerviosa así que paré, ya empezaba a entender su deuda.
- Ella te llamó... le...
- Leyur.
- Que significa?
- Significa que soy quién necesitas, significa que puedo comunicarme con gente no viva.
- Ves fantasmas? - preguntó sin poder contener el miedo en su voz.
- Es un poco más complejo que eso, no siempre se dejan ver, no siempre tienen cuerpo. La mayoría son solo voces y los más peligrosos pueden tocar y hasta poseer seres vivos... no todos son almas de humanos, algunos ni siquiera sé lo que son.
- Y siempre los ves?
- Siempre - pude notar como un escalofrío recorría su cuerpo.
- Hay muchos leyurs?
- Habían, según tengo entendido solo quedamos dos.
- Conoces al otro?
- Que les pasó a tus padres? - pregunté rudamente
Se hizo el silencio en la mesa, de pronto el camarero nos sobresaltó con la comida. Comimos en silencio, yo no quería hablar y ella parecía estar intentando asimilar todo lo que le había dicho.
Nos levantamos y volvimos al recibidor del albergue, le pedimos la llave de la habitación 6 al dueño. Entramos y caímos en cuenta de que solo había una cama individual.
- Yo dormiré aquí - dijo Sandra tirando su chaqueta al suelo.
- De eso nada, no creo que volvamos a ver una cama en días.
Preferí no decirle que además el sitio que ella había elegido ya estaba ocupado por un perro enorme que ella no podía ver.
Lo pensó un segundo y asintió sonrojada. En pocos minutos nos quedamos en ropa interior y nos metimos a la cama, tras el susto, la carrera y la generosa cena estaba agotada por lo que no tardé en dormirme.
Al día siguiente me desperté abrazada por Sandra, la pobre era muy joven para lo que estaba pasando. Me quedé quieta, no tenía prisa por ir a ningún lado y era agradable ser abrazada así.
Me volví a quedar dormida y cuando desperté Sandra ya no estaba allí ni tampoco su ropa. Tal vez había sido demasiado para ella lo que le dije, tal vez cambió de idea, o tal vez...
- Perdona, había ido al baño y no quería despertarte
- Ah... Lista para seguir? - pregunté incrédula.
- Ah sí, claro, a dónde vamos?
Me levanté, me vestí y fui con ella hasta la puerta de la habitación, empezamos a avanzar juntas hasta la salida de La Cueva del Lobo.
- Adelante como siempre - me miró intrigada - a Naru más allá del monte Aiur.
- Así que tienes un objetivo.
- Supongo - tenía más sentido si hubiese ido con Cintia.
Nos despedimos del dueño. Empezaba a pensar que ese hombre comía dormía y hacía sus necesidades ahí mismo, siempre de pie.
Salimos de la posada y ésta vez al ser de día pudimos preguntar a los pueblerinos por la salida. Una vez fuera del pueblo nos adentramos al camino que llevaba al sudoeste, a Naru, de repente Sandra decidió romper el silencio.
- Entonces? - preguntó pillándome desprevenida.
- Entonces qué?
- Vas a decirme a que vas a Naru?
- Aún sigues con eso?
- Y seguiré hasta que me lo digas.
Suspiré profundamente.
- Menair me dijo que allí conseguiría lo que quiero.
- Quién es Menair?
- Es una bruja, se parece mucho a la que nos ayudó en Laike, me cuidó desde pequeña y me enseñó todo lo que sé.
- Los cuidados y enseñanzas de una bruja? Eso no debió ser barato.
- Y no lo fue, cuando se quiso cobrar yo no tenía ni mi libertad, todo lo mío le pertenecía a ella excepto mi juventud y mis recuerdos. Me dio a elegir con qué pagarle.
- Y sigues siendo joven
- Exacto.
- Y todo lo que te enseñó?
- Lo que aprendí se queda, lo que viví no.
Empezó a llover copiosamente y usamos nuestras chaquetas para cubrirnos mientras seguíamos avanzando.
- No me has contestado
- A que?
- A que vas a Naru
- Ya te dije
- Me dijiste que ahí conseguirías lo que quieres, qué quieres?
Me quedé mirando un árbol cercano donde un a cría de ciervo malherido se arrastraba hacia mí, un cervatillo que solo yo podía ver. Me hubiese gustado ayudarle pero nada podía hacer por él.
 Supongo que se reflejaron mis pensamientos en mi rostro porque dijo:
- Te gustaría dejar de verlos, verdad?
- Me dijo que en Naru hay otra bruja capaz de hacerlo
- No podía hacerlo ella misma? Menair también es una bruja, no?
Una leve sonrisa se dibujó en mi cara.
- Claro que podía, pero el precio que me pedía era que fuera hasta Naru y le pidiera lo mismo a la otra bruja.
- Bueno, al menos tiene sentido del humor.
Era optimista igual que Cintia, eso siempre me gustó. Sonreí y miré hacia adelante, la visibilidad no era muy buena por la lluvia y el camino empezaba a embarrarse pero probablemente conseguiríamos algún tipo de comida antes de la noche.
Seguimos caminando durante unas horas metiéndonos poco a poco en un cañon que nos resguardaba del viento cuando a lo lejos vi una cueva que le señale a Sandra.
- Mira eso, será mejor que la aprovechemos, ésta tormenta tiene pinta de ser peligrosa.
- Dime que al menos tenemos comida por si hay que pasar la noche...
Tenía razón, la noche anterior me había olvidado de guardar algo de comida y solo me quedaba un poco de embutido.
- Coge lo que encuentres, cuando estemos dentro vemos si es comestible.
Me puse a examinar la zona con ella bajo la lluvia pero en el cañón apenas crecían malas hierbas y arbustos. Recogí unas cuantas bayas que podrían ayudarnos a evitar el hambre y fui hacia donde estaba Sandra.
- Nada - dijo abatida.
- Vamos dentro, en cualquier momento esto puede convertirse en un rio.
Las horas pasaban lentas mirando como diluviaba fuera de la cueva y sin nada que nos distrajera del hambre que, una vez acabadas las pocas provisiones, amenazaba con hacernos pasar una mala noche. Quizás debimos intentar conseguir algo de comida antes de dejar el pueblo, pero ya era tarde para pensar en eso. Intentábamos distraernos hablando pero yo no tenía muchos recuerdos y ella no parecía querer hablar de los suyos.
- Y a parte de tus padres no tenías más familia? amigos? vecinos?
- No, bueno, si, pero no aquí, o sea... - empezaba a sollozar y decidí pararla antes de que llegara a las lágrimas.
- Tranquila, no importa - la tomé entre mis brazos y en contra de mis deseos se puso a sollozar con más fuerza.
- Lo siento, mejor hablemos de otra cosa. Y tu? no tenías a nadie más a parte de Menair? - dijo sin salir del abrigo de mis brazos. Titubeé un poco.
- Bueno, no, no estaba sola. Menair parecía tener debilidad por las leyures. Nos encontró a las únicas dos que quedabamos. Cintia y yo.
- Te caía bien?
[Falta fragmento]
[Falta fragmento]
[En un momento la protagonista había hecho una hoguera y estaba hablando con Sandra abrazadas y de las sombras sale un demonio que pisa el fuego. Hay una pelea entre la protagonista y el demonio y Sandra se abalanza sobre ellos, se escucha un chillido y el demonio se consume.]
Aún me costaba respirar y veía destellos al parpadear. El sonido de la lluvia retumbaba dentro de la cueva con fuerza pero no se escuchaba nada más. Me incorporé perpleja, intentando entender lo que acababa de pasar.
No podía quitar los ojos de Sandra, ella seguía tirada en el suelo con los ojos muy abiertos. Me acerque torpemente hasta estar nariz con nariz.
- Quién eres? - Sandra se mantuvo en silencio - cómo pudiste verlo?
- No lo vi, bastaba con verte para saber que lo que fuera que te estaba atacando estaba aquí - dijo mientras se levantaba, parecía ponerla nerviosa verme tan cerca, para desviar la vista miraba con asco su ropa manchada de ceniza.
- Es una especie de demonio, llevaba meses intentando comprarme.
- Comprarte?
- El colecciona almas y yo puedo ver las almas que están perdidas en el mundo y convencerlas de que formen parte de su colección... - sacudí mi cabeza intentando despejarla - ese chillido...
- Eso sí lo escuché! Era él?
- Creo que lo has matado, como lo has hecho? Yo ni siquiera puedo tocarle.
- Solo intenté abalanzarme sobre él, quería lastimarle para que te soltara.
- Pues parece que lo has conseguido.
Di una patada al montón de ceniza, pensativa, no sabía que eso podía morir. Decidí que no podía seguir ablando con alguien que me ocultaba cosas.
- Dime la verdad - la miré con los ojos entrecerrados intentando ver lo que su inocente cara ocultaba.
- Te he dicho todo lo que se - sus ojos acuosos me pedían piedad. Pensé en silencio unos segundos.
- Júralo.
El terror cruzó su cara al verse acorralada, no podía jurármelo. Di media vuelta y me adentré en la lluvia sin mirar atrás, dejándola desolada en la cueva. Por eso no me gustaba viajar acompañada, tarde o temprano todos mienten. Todos, todos excepto Cintia, si yo no hubiera sido tan estúpida para espantarla así aún estaría conmigo... si no hubiera sido tan estúpida...
Empecé a correr para vaciar mi mente, corría tan rápido como podía, la lluvia y el barro me hacían resbalar pero me levantaba y seguía corriendo sin saber a dónde iba, pero hacia adelante, sin detenerme. Lágrimas caían por mi cara disfrazadas de lluvia. Veía siluetas a mí al rededor moviéndose entre las sombras, seguro que ya se había corrido la voz de que habíamos matado al coleccionista, sabrían que no fui yo y que ahora estaba indefensa? Seguro que no, por eso ninguno se abalanzaba sobre mí. A lo lejos podía ver luces, al ritmo que iba no tardé mucho en alcanzarlas y ver que se trataba de una choza en medio del campo. No quería pasar la noche sola y me moría de hambre así que golpeé la puerta.
Me atendió un hombre de mediana edad y al fondo pude ver una mujer y tres niños y una niña. Se me atoró una envidia insana en la garganta, en ese momento me di cuenta que estaba bañada en barro y ceniza. Me sentí a salvo y el hambre terminó por vencerme.
---
Lo siguiente que recuerdo es despertar completamente limpia en una blanda cama en una habitación pequeña, completamente sola y a oscuras, fuera seguía lloviendo. Llevaba ropa demasiado grande pero pese a todas las comodidades no podía disfrutarlas sabiendo que Sandra estaba ahí fuera, durmiendo en una cueva o bajo la lluvia.
- Ah, ya has despertado, bien - la mujer que había visto antes había entrado a la habitación sin que lo notara.
- Disculpe las molestias - como pude hice una pequeña reverencia en la cama.
- Tranquila pequeña, techo y comida no se le niegan a nadie, tendrás hambre - traía un enorme plato en la mano.
Hice ademán de pararme pero con una mano me detuvo y puso una bandeja sobre la cama para que pudiera comer.
- Llevas ropa mía, me temo que la de mi hija no te queda. Y espero que no te importe que te bañara, no te podía meter a la cama con las pintas que traías.
- Señora, no puedo aceptar tanta hospitalidad, debo seguir mi camino.
Con una sonrisa bonachona estiró la mano y me acarició el pelo.
- Pequeña, cuando te sientas lista al final del pasillo está la puerta por la que entraste, solo tengo que decirte que si intentas llevarte algo el perro no te dejará salir - me guiñó el ojo y salió de la habitación.
Comí casi con desesperación, dejé la bandeja con el plato a un lado y me puse a dormir. Cuando desperté ya era de día, la lluvia se había ido y el sol resplandecía secando la tierra. Me levanté y vi mi ropa ya limpia y seca al lado de la cama, me cambié y ordené la cama y la ropa que me acababa de quitar. Atravesé el pasillo y por el camino vi varias habitaciones, parecía que habían ido ampliando la casa a medida que nacían los niños sin embargo habían siete habitaciones así que supuse que vivía alguien más que aún no había visto, al llegar al comedor la vi, era una anciana consumida por los años. Parecía estar esperándome.
- Por fin, no sabes el tiempo que llevo aquí - me dijo con una amable sonrisa.
- Lo siento, he dormido demasiado?
- Tranquila, tengo todo el tiempo del mundo, no he perdido nada.
- Es usted la abuela de los niños?
- Así es - miró por la ventana, se podía ver a toda la familia trabajando en las cosechas - han crecido tanto, si supieran lo orgullosa que estoy de ellos, el mayor, Marcos, ya está tomando las responsabilidades de su padre. Carlos, el siguiente es muy inteligente, no tardará en dejar el campo y buscar el camino de la ciencia, Sonia está construyendo una casa no muy lejos de aquí y lo hace muy bien, por último pero no menos importante el menor, Juan conquista todas las jovencitas de por aquí, no hay duda de que no le faltará el amor. Los quiero tanto y estoy tan orgullosa de cada uno de ellos y de sus padres por haberles educado así...
Esa mujer hablaba con una voz tan suave y tan cariñosa que me enternecía el corazón.
- Debe ser maravilloso vivir aquí con ellos.
- Lo es, lo es, solo que a veces hay tantas cosas que quisiera decirles y no puedo - su rostro se ensombreció un poco pero parecía no querer deprimirme así que dijo - pero mejor no te entretengo más, con tu edad cada minuto es oro.
- Gracias, debo ir a darles las gracias a ellos y seguiré mi camino.
- Mucha suerte jovencita, y recuerda lo que te dije, por favor.
Algo confusa salí por la puerta que había golpeado horas antes y la atravesé, en cuanto di un paso un enorme perro se me abalanzó con sus patas delantera sobre mi pecho, me dio la dosis de humor y optimismo que necesitaba, le sonreí y lo acaricié amistosamente.
- Se llama Pupe - me dijo la mujer cuando me vio
- Me acompañas, Pupe? - le susurré.
 Me dirigí hacia ellos y ésta vez si pude hacer una pronunciada reverencia - Muchas gracias, siento no tener nada con que pagarles, si pudiera hacer algo por ustedes.
- Tranquila, solo cuídate mucho.
- Ustedes y la anciana son muy amables, me gustaría devolverles el favor de alguna forma.
- La anciana? - preguntó la pequeña Sonia
- Tu abuela, ahí dentro - señalé a la casa pero sus ojos ya lo decían todo, me había equivocado - ah, vaya, tu abuela ha muerto, no? - asintieron todos los niños lentamente - bueno, se que es difícil de creer, pero he hablado con ella y me ha dicho que está muy orgulloso de todos ustedes, que los quiere muchísimo y que cada día que pasa los mira embelesada.
- No nos tomes por tontos jovencita - dijo el hombre con un temblor en la voz - mi madre nos dejó hace mucho - seguí dirigiéndome a los niños uno a uno, así sabrían que decía la verdad.
- Marcos, admira tu coraje al asumir responsabilidades, Carlos, se ha quedado impresionada por tu inteligencia y espera que no dejes de cultivarla, Sonia, no puede creer tu arte para los trabajos manuales, Juan, es feliz porque sabe que tu vida esta llena de romance y sobre ustedes dos - me dirigí a los padres - está muy orgullosa de ustedes por los nietos que le dieron. - Y puse algo de mi propio conocimiento - Siempre está ahí así que si quieren decirle algo solo hagan un pequeño santuario y digan todo lo que quieran decirle.
Podía sentir como todos contenían la respiración con nerviosismo hasta que los dos más pequeños empezaron a llorar y el padre me abrazó con lágrimas en los ojos.
- Estamos en paz, ahora vaya con su familia que lo necesita
- Gracias - me soltó y fue a consolar a los niños.
Me giré y pude ver a la anciana saludándome por la ventana, esa mujer debía tener un espíritu muy fuerte para haberme confundido como lo hizo, me despedí del perro y seguí adelante.
Habían más espectros de lo normal siguiéndome, seguramente me veían como una amenaza, parecían acechar pero no se atrevían a acercarse, como si algo les impidiera hacerlo. Les ignoré y seguí hacia Naru caminando hacia mi destino, me alejé de la casa y recorrí casi un kilómetro hacia adelante. Pero precisamente ahí, adelante, estaba Sandra, sentada, mirando al suelo con tristeza.
- Qué haces aquí?
- Bueno, no necesité seguirte, sabía que te ibas a poner a correr sin mirar a donde así que caminé con calma hacia donde te vi desaparecer y llegué hasta aquí, de la misma forma sabía que estarías en esa casa, siempre que ves una luz vas hacia ella así que te esperé.
- Cómo sabes tanto de mí? - esa niña empezaba a darme miedo.
- A eso vine, a explicártelo todo, a cualquier precio.
- Empieza
- Hace menos de una semana todo era muy distinto, yo era muy distinta...
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