Los gatos samurái eran tres hermanos que trabajaban en una empresa de tecnología llamada Pizzabyte. Ellos se encargaban de desarrollar aplicaciones web con Python, usando frameworks como Django y Flask. Su jefe era el Gran Queso, un ratón que les exigía mucho y les pagaba poco.
Un día, los gatos samurái recibieron un encargo especial: crear una plataforma de inteligencia artificial que pudiera predecir el comportamiento de los clientes y optimizar las ventas de pizza. El Gran Queso les dijo que era una oportunidad única para demostrar su talento y que si lo hacían bien, les daría un gran premio.
Los gatos samurái se pusieron manos a la obra y empezaron a programar con Python. Usaron librerías como NumPy, pandas, scikit-learn y TensorFlow para crear un modelo de aprendizaje automático que analizara los datos de los pedidos de pizza y generara recomendaciones personalizadas. También crearon una interfaz de usuario amigable y atractiva con HTML, CSS y JavaScript.
Después de varias semanas de trabajo duro, los gatos samurái terminaron su proyecto y se lo entregaron al Gran Queso. El ratón quedó impresionado con el resultado y les felicitó por su excelente trabajo. Les dijo que habían creado una obra maestra de la tecnología y que iban a revolucionar el mercado de la pizza. Les prometió que les daría el premio que se merecían.
Los gatos samurái se sintieron muy orgullosos y esperaron con ilusión su recompensa. Pero el Gran Queso les engañó: en vez de darles un premio, les robó su código y los despidió. Les dijo que ya no los necesitaba y que se buscara otro trabajo. Los gatos samurái se quedaron sin trabajo, sin dinero y sin su creación.
Pero los gatos samurái no se rindieron. Decidieron vengarse del Gran Queso y recuperar su código. Usaron sus habilidades de samurái y de hackers para infiltrarse en la sede de Pizzabyte y acceder a los servidores. Allí, encontraron su código y lo modificaron para que hiciera lo contrario de lo que debía: en vez de predecir el comportamiento de los clientes y optimizar las ventas de pizza, lo que hacía era confundir a los clientes y arruinar las ventas de pizza.
El Gran Queso se dio cuenta del desastre cuando vio que sus ingresos se desplomaban y que los clientes se quejaban de que les llegaban pizzas equivocadas, frías o quemadas. Intentó arreglar el problema, pero era demasiado tarde: los gatos samurái habían borrado toda copia de seguridad y habían protegido su código con una contraseña imposible de adivinar.
Los gatos samurái se marcharon de Pizzabyte con una sonrisa de satisfacción. Habían recuperado su código y habían hecho justicia. Se fueron a buscar otro trabajo donde valoraran su talento y su pasión por Python. Y vivieron felices y comieron pizza.
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co-writer: Copilot
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